De poesía y de vida
La poesía no es sólo una variedad de literatura, es también un modo de vida en la participación, el amor, el fervor, la comunión, la exaltación, el rito, la fiesta, la embriaguez, la danza, el canto, que, efectivamente, transfiguran la vida prosaica hecha de tareas prácticas, utilitarias, técnicas. (...) Fernando Pessoa decía que en cada uno de nosotros hay dos seres, el primero, el verdadero, es el de sus ilusiones, de sus sueños, que nace en la infancia y prosigue toda la vida; el segundo, el falso, es el de sus apariencias, sus discursos y sus actos. Podríamos decir de otra forma: en nosotros coexisten dos seres, el del estado prosaico y el del estado poético; esos dos seres constituyen nuestro ser, son sus dos polaridades, necesarias una para la otra: si no hubiera prosa no habría poesía, el estado poético no se manifiesta como tal sino en relación con el estado prosaico. Tenemos necesidad vital de prosa, porque las actividades prosaicas nos hacen sobrevivir. Pero muy a menudo, en el reino animal, las actividades de supervivencia (buscar comida, perseguir la presa,defenderse contra los peligros y los agresores) devoran la vida, es decir el goce. Hoy, en la tierra, los humanos dedican la mayor parte de su vivir a sobrevivir. Tenemos que actuar para que el estado secundario llegue a primario.
Hay que tratar de vivir no sólo para sobrevivir sino también para vivir.
Vivir poéticamente es vivir para vivir.
EDGAR MORIN
Fuente: http://www.edgarmorin.org/Default.aspx?tabid=56
martes, 26 de mayo de 2009
lunes, 18 de mayo de 2009
Un cálido adíos a Don mario Benedetti
Gracias querido poeta, nos entregaste tu obra extensa y comprometida.
Desde aquí consideramos que no hay nada más trascendente que un testimonio artístico. Por eso compartimos hoy desde Constelación de Vida, algo de su intenso arte , con todos ustedes.
Piedritas en la ventana
De vez en cuando la alegría
tira piedritas contra mi ventana
quiere avisarme que está ahí esperando
pero me siento calmo
casi diría ecuánime
voy a guardar la angustia en un escondite
y luego a tenderme cara al techo
que es una posición gallarda y cómoda
para filtrar noticias y creerlas.
quién sabe dónde quedan mis próximas huellas
ni cuándo mi historia va a ser computada
quién sabe qué consejos voy a inventar aún
y qué atajo hallaré para no seguirlos.
Está bien no jugaré al desahucio
no tatuaré el recuerdo con olvidos
mucho queda por decir y callar
y también quedan uvas para llenar la boca.
Está bien me doy por persuadido
que la alegría no tire más piedritas
abriré la ventana abriré la ventana.
Mario Benedetti
Te quiero
Tus manos son mi caricia,
mis acordes cotidianos;
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.
Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice, y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada;
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro.
Tu boca que es tuya y mía,
Tu boca no se equivoca;
te quiero por que tu boca
sabe gritar rebeldía.
Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Y por tu rostro sincero.
Y tu paso vagabundo.
Y tu llanto por el mundo.
Porque sos pueblo te quiero.
Y porque amor no es aurora,
ni cándida moraleja,
y porque somos pareja
que sabe que no está sola.
Te quiero en mi paraíso;
es decir, que en mi país
la gente vive feliz
aunque no tenga permiso.
Si te quiero es por que sos
mi amor, mi cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza
entonces dominguea el almanaque
vibran en su rincón las telarañas
y los ojos felices y felinos
miran y de mirar nunca se cansan.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
es una vocación para las manos
para los labios es casi un destino
y para el corazón un despilfarro
una mujer desnuda es un enigma
y siempre es una fiesta descifrarlo.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera una luz propia y nos enciende
el cielo raso se convierte en cielo
y es una gloria no ser inocente
una mujer querida o vislumbrada
desbarata por una vez la muerte.
Mario Benedetti
Desde aquí consideramos que no hay nada más trascendente que un testimonio artístico. Por eso compartimos hoy desde Constelación de Vida, algo de su intenso arte , con todos ustedes.
Piedritas en la ventana
De vez en cuando la alegría
tira piedritas contra mi ventana
quiere avisarme que está ahí esperando
pero me siento calmo
casi diría ecuánime
voy a guardar la angustia en un escondite
y luego a tenderme cara al techo
que es una posición gallarda y cómoda
para filtrar noticias y creerlas.
quién sabe dónde quedan mis próximas huellas
ni cuándo mi historia va a ser computada
quién sabe qué consejos voy a inventar aún
y qué atajo hallaré para no seguirlos.
Está bien no jugaré al desahucio
no tatuaré el recuerdo con olvidos
mucho queda por decir y callar
y también quedan uvas para llenar la boca.
Está bien me doy por persuadido
que la alegría no tire más piedritas
abriré la ventana abriré la ventana.
Mario Benedetti
Te quiero
Tus manos son mi caricia,
mis acordes cotidianos;
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.
Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice, y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada;
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro.
Tu boca que es tuya y mía,
Tu boca no se equivoca;
te quiero por que tu boca
sabe gritar rebeldía.
Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Y por tu rostro sincero.
Y tu paso vagabundo.
Y tu llanto por el mundo.
Porque sos pueblo te quiero.
Y porque amor no es aurora,
ni cándida moraleja,
y porque somos pareja
que sabe que no está sola.
Te quiero en mi paraíso;
es decir, que en mi país
la gente vive feliz
aunque no tenga permiso.
Si te quiero es por que sos
mi amor, mi cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza
entonces dominguea el almanaque
vibran en su rincón las telarañas
y los ojos felices y felinos
miran y de mirar nunca se cansan.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
es una vocación para las manos
para los labios es casi un destino
y para el corazón un despilfarro
una mujer desnuda es un enigma
y siempre es una fiesta descifrarlo.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera una luz propia y nos enciende
el cielo raso se convierte en cielo
y es una gloria no ser inocente
una mujer querida o vislumbrada
desbarata por una vez la muerte.
Mario Benedetti
domingo, 3 de mayo de 2009
sábado, 2 de mayo de 2009
viernes, 1 de mayo de 2009
Para Juli, felicidades en sus 20 años
Vigilia
Juliana espía
desde la cornisa
con sus ojos de rastrillo
y la sopa de invierno.
El latido de una hija
nos contiene en el andamio.
Luis Raúl Calvo
*******************************************************************************************
Sara Gallardo
"Escribir es un oficio absurdo y heroico"
Los galgos, los galgos
por Ricardo Rey Beckford
Escritor
“Porque lo bello pasa, porque lo perfecto muere”
Friedrich Schiller. Nänie
“Una garza levanta vuelo como un ángel que acompaña a su pupilo. Demasiado bella. No mirarla. La belleza excesiva parte el alma.”
La irrupción de la belleza deja sin aliento al narrador. La intensidad de este acontecimiento, su frecuencia, tienen en la novela un carácter determinante. Las consecuencias de tal irrupción se advierten nítidas en la frescura, en la respiración de esta prosa y, sobre todo, en la aptitud del narrador para encantar el mundo, para convertir la experiencia de la belleza en horizonte del relato.
Publicada en 1968, Los galgos, los galgos señala la madurez narrativa de Sara Gallardo. Su destreza para crear personajes y situaciones se hace más compleja y el estilo pone de manifiesto un humor y un lirismo que sólo tímidamente habían aparecido en sus novelas anteriores. Un humor no ajeno al afecto, pero vuelto hacia los usos y los modos que proscriben la espontaneidad. El humor como una forma del buen sentido, de la veracidad, de la modestia.
El amor, la pérdida del amor, es el tema de Los galgos, los galgos. Escrita en primera persona, Julián, su protagonista, nos cuenta algo que ya ha sucedido, que sólo permanece en su memoria. Recuerdos y evocaciones. Vale decir, por un lado, hechos, informaciones del pasado, que nos son referidos puntualmente; por otro, la evocación de ese pasado, un tiempo enaltecido por la memoria.
La tercera parte de la novela es en buena medida una serie de peripecias y episodios muy bien urdidos, no siempre rescatados por el poder de la evocación. Todo el libro, menos ese interludio europeo, tiene el sabor y la intensidad de lo recuperado. La tercera parte introduce un tiempo distinto, un tiempo de aventuras que se suceden sin otro propósito que el de acallar la verdadera memoria.
Tironeado por Lisa –por el amor- y al, mismo tiempo, por su apego a un mundo que considera propio y en el cual Lisa no tiene cabida, Julián queda a mitad de camino.
Acá está el pecado, Juan Ramos. El gusano se niega a morir como era su deber. En ceremonia bendecida por lacrimosos parabienes familiares, y también por parabienes de la ninfa vieja de Cañada Grande, primer espejismo que deformó la imagen de Lisa, y por parabienes del mitómano calvo, defensor de la hipocresía y de la maldad oficial y privada, en esa ceremonia digo, el gusano recibió el bautismo infernal para retornar al vientre de la crisálida.
Julián cree descubrir el punto de partida de la desdicha en esta negativa a abandonar el mundo familiar, el mundo de la infancia y de la adolescencia. El deslumbramiento y las consecuencias del deslumbramiento -su propósito de convertirse en un próspero hacendado- reconocen su origen en la visita a Cañada Grande. Durante ese episodio, que él vive como una traición, se hace notorio su regreso a un mundo sin Lisa. La traición, sin embargo, se refiere a sí mismo.
Julián es un espíritu contemplativo, un melancólico: “…me bañaba la melancolía, lo pasaba muy bien.” Ejerce su profesión de abogado en el estudio de su familia de un modo distraído, apartado. Hay una distancia entre él y los otros, entre él y sus actividades, que es una exigencia de su naturaleza y que sólo parece disiparse con respecto de Lisa. A partir de esa distancia, de su desinterés por lo que se conoce como hacer una carrera, de su “sabia pasividad”, le ha sido concedida la posibilidad de amar y de percibir la belleza. Pero Julián se extravía y su extravío, su olvido de sí mismo, lleva ruina y desolación al mundo que lo rodea. La novela describe esa desventura.
El relato de Cañada Grande tiene toda la apariencia de una fábula. Julián, sin embargo, no advierte ni la ambigüedad ni el peligro de esas imágenes numinosas y se deja fascinar por un relato urdido con los sueños y las fantasías de su niñez. Vuelve de la visita convertido en otro hombre, uno que se ignora a sí mismo.
Sus proyectos -las reformas, los extraños, los desvelos del mundo- irrumpen en el campo y no tardan en dar cuenta de ese paraíso. Las Zanjas deja de ser el paisaje encantado de los galgos, el reino del milagroso bañado y de los árboles del monte. Ya nada es propicio, ni los dibujos de Lisa, ni la observación de las aves. Tampoco el amor. Son otros los dioses que gobiernan estas horas y lo hacen con mano de hierro. Las peleas se suceden y la separación toma la forma de un viaje a Europa.
La vida en París es una serie de peripecias de las que Julián es apenas espectador. La trama de su vida se adelgaza, se afina, hasta convertirse en una película llena de movimiento y futilidad. Pocos personajes llegan a conmoverlo: Diego, el pequeño hijo del embajador, Julie, Ramos. Sus amores –desde Elena, adúltera y atormentada, hasta Tamara, su contrafigura- son agradables y letales. Salvo Julie, por quien Julián es capaz de sentir afecto, el resto forma parte de la distracción, del pasatiempo.
Y, cada tanto, el sabor de otros días, el color de otros cielos, la verdadera memoria, la desolada experiencia de sí mismo: Con desgarrón que me haría aullar (si no fuera argentino) la flor portentosa aparece en mi alma.
La flor azul, la llama del gas en la negrura de la vieja casa de San Telmo, Lisa dormida, su olor en verano, la cabellera trenzada para mayor frescura, el cielo denso y claro, la escalerilla y el tanque de agua hechas de tinta china, el edificio teñido de rosa. Allí se estaba pronunciando una Palabra. Eterna veneración por Ella, muda a mis oídos.
La misma se cernió en silencio fuera de las ventanas, en Morón, cuando todos elegimos la charla para no soportar su sonido inexplicable. El zorzal agregó un punto de oro, llegó el tren, ni las abejas del cerco tenían sentido sin su amor, ella estaba en su casa.
Por último, el regreso a Buenos Aires y la comprobación – siempre sorprendente- de que la vida no se detiene. La búsqueda de Lisa, las revelaciones, el ridículo, la humillación de la memoria.
La vida de Julián ha sabido de la dicha y del amor. Ha sabido también de la fugacidad de esos dones. Los galgos, los hermosos galgos de Las Zanjas, son la imagen misma de esa dicha y de
Fuente: ehttp://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2557600sa fugacidad.
Vigilia
Juliana espía
desde la cornisa
con sus ojos de rastrillo
y la sopa de invierno.
El latido de una hija
nos contiene en el andamio.
Luis Raúl Calvo
*******************************************************************************************
Sara Gallardo
"Escribir es un oficio absurdo y heroico"
Los galgos, los galgos
por Ricardo Rey Beckford
Escritor
“Porque lo bello pasa, porque lo perfecto muere”
Friedrich Schiller. Nänie
“Una garza levanta vuelo como un ángel que acompaña a su pupilo. Demasiado bella. No mirarla. La belleza excesiva parte el alma.”
La irrupción de la belleza deja sin aliento al narrador. La intensidad de este acontecimiento, su frecuencia, tienen en la novela un carácter determinante. Las consecuencias de tal irrupción se advierten nítidas en la frescura, en la respiración de esta prosa y, sobre todo, en la aptitud del narrador para encantar el mundo, para convertir la experiencia de la belleza en horizonte del relato.
Publicada en 1968, Los galgos, los galgos señala la madurez narrativa de Sara Gallardo. Su destreza para crear personajes y situaciones se hace más compleja y el estilo pone de manifiesto un humor y un lirismo que sólo tímidamente habían aparecido en sus novelas anteriores. Un humor no ajeno al afecto, pero vuelto hacia los usos y los modos que proscriben la espontaneidad. El humor como una forma del buen sentido, de la veracidad, de la modestia.
El amor, la pérdida del amor, es el tema de Los galgos, los galgos. Escrita en primera persona, Julián, su protagonista, nos cuenta algo que ya ha sucedido, que sólo permanece en su memoria. Recuerdos y evocaciones. Vale decir, por un lado, hechos, informaciones del pasado, que nos son referidos puntualmente; por otro, la evocación de ese pasado, un tiempo enaltecido por la memoria.
La tercera parte de la novela es en buena medida una serie de peripecias y episodios muy bien urdidos, no siempre rescatados por el poder de la evocación. Todo el libro, menos ese interludio europeo, tiene el sabor y la intensidad de lo recuperado. La tercera parte introduce un tiempo distinto, un tiempo de aventuras que se suceden sin otro propósito que el de acallar la verdadera memoria.
Tironeado por Lisa –por el amor- y al, mismo tiempo, por su apego a un mundo que considera propio y en el cual Lisa no tiene cabida, Julián queda a mitad de camino.
Acá está el pecado, Juan Ramos. El gusano se niega a morir como era su deber. En ceremonia bendecida por lacrimosos parabienes familiares, y también por parabienes de la ninfa vieja de Cañada Grande, primer espejismo que deformó la imagen de Lisa, y por parabienes del mitómano calvo, defensor de la hipocresía y de la maldad oficial y privada, en esa ceremonia digo, el gusano recibió el bautismo infernal para retornar al vientre de la crisálida.
Julián cree descubrir el punto de partida de la desdicha en esta negativa a abandonar el mundo familiar, el mundo de la infancia y de la adolescencia. El deslumbramiento y las consecuencias del deslumbramiento -su propósito de convertirse en un próspero hacendado- reconocen su origen en la visita a Cañada Grande. Durante ese episodio, que él vive como una traición, se hace notorio su regreso a un mundo sin Lisa. La traición, sin embargo, se refiere a sí mismo.
Julián es un espíritu contemplativo, un melancólico: “…me bañaba la melancolía, lo pasaba muy bien.” Ejerce su profesión de abogado en el estudio de su familia de un modo distraído, apartado. Hay una distancia entre él y los otros, entre él y sus actividades, que es una exigencia de su naturaleza y que sólo parece disiparse con respecto de Lisa. A partir de esa distancia, de su desinterés por lo que se conoce como hacer una carrera, de su “sabia pasividad”, le ha sido concedida la posibilidad de amar y de percibir la belleza. Pero Julián se extravía y su extravío, su olvido de sí mismo, lleva ruina y desolación al mundo que lo rodea. La novela describe esa desventura.
El relato de Cañada Grande tiene toda la apariencia de una fábula. Julián, sin embargo, no advierte ni la ambigüedad ni el peligro de esas imágenes numinosas y se deja fascinar por un relato urdido con los sueños y las fantasías de su niñez. Vuelve de la visita convertido en otro hombre, uno que se ignora a sí mismo.
Sus proyectos -las reformas, los extraños, los desvelos del mundo- irrumpen en el campo y no tardan en dar cuenta de ese paraíso. Las Zanjas deja de ser el paisaje encantado de los galgos, el reino del milagroso bañado y de los árboles del monte. Ya nada es propicio, ni los dibujos de Lisa, ni la observación de las aves. Tampoco el amor. Son otros los dioses que gobiernan estas horas y lo hacen con mano de hierro. Las peleas se suceden y la separación toma la forma de un viaje a Europa.
La vida en París es una serie de peripecias de las que Julián es apenas espectador. La trama de su vida se adelgaza, se afina, hasta convertirse en una película llena de movimiento y futilidad. Pocos personajes llegan a conmoverlo: Diego, el pequeño hijo del embajador, Julie, Ramos. Sus amores –desde Elena, adúltera y atormentada, hasta Tamara, su contrafigura- son agradables y letales. Salvo Julie, por quien Julián es capaz de sentir afecto, el resto forma parte de la distracción, del pasatiempo.
Y, cada tanto, el sabor de otros días, el color de otros cielos, la verdadera memoria, la desolada experiencia de sí mismo: Con desgarrón que me haría aullar (si no fuera argentino) la flor portentosa aparece en mi alma.
La flor azul, la llama del gas en la negrura de la vieja casa de San Telmo, Lisa dormida, su olor en verano, la cabellera trenzada para mayor frescura, el cielo denso y claro, la escalerilla y el tanque de agua hechas de tinta china, el edificio teñido de rosa. Allí se estaba pronunciando una Palabra. Eterna veneración por Ella, muda a mis oídos.
La misma se cernió en silencio fuera de las ventanas, en Morón, cuando todos elegimos la charla para no soportar su sonido inexplicable. El zorzal agregó un punto de oro, llegó el tren, ni las abejas del cerco tenían sentido sin su amor, ella estaba en su casa.
Por último, el regreso a Buenos Aires y la comprobación – siempre sorprendente- de que la vida no se detiene. La búsqueda de Lisa, las revelaciones, el ridículo, la humillación de la memoria.
La vida de Julián ha sabido de la dicha y del amor. Ha sabido también de la fugacidad de esos dones. Los galgos, los hermosos galgos de Las Zanjas, son la imagen misma de esa dicha y de
Fuente: ehttp://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2557600sa fugacidad.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)