lunes, 29 de agosto de 2011

lunes, 15 de agosto de 2011

Casamadre



Fue largo y cansador el viaje, Roque nos abre con un saludo ceremonioso el portón. Y a paso lento recorremos el sendero de pedregullo rumbo a la casa. Desde aquí veo a los membrillos rozagantes, que una vez más me confirman que estamos en los finales del otoño.


Sara y Ema se muestran ansiosas, quieren salir pronto a recorrer el pueblo. Les pido paciencia, aún no acomodamos las valijas. Casi no abro la puerta cuando salen corriendo, despertando a todos con sus risas, es la juventud que les brota a mares. Con picardía me miran y hablan por lo bajo.


Hay aroma a ternura en la entrada de la casa, Olga sale a saludarme desde la cocina, vestida con su mejor ropaje y me anuncia el almuerzo.
Subo rauda las largas escaleras para llegar al cuarto, aún no fui a verla.


Dejo mis textos sobre el escritorio y otra vez estoy frente a la gran transparencia mirando el jardín. Es un momento especial, tengo que decidirme. Nada más acertado que elegir éste sitio.


Las frases del editor resuenan aún con fuerza en mis oídos, me está dando una última oportunidad. ¿ Como saldré de éste laberinto ? Me pregunto una y otra vez. Quizás, necesito el carretel de Ariatna, me digo. Doy vueltas y vueltas para encontrar una salida.


Me repito casi insistentemente: “Dar a cada emoción una personalidad, un alma a cada estado del alma”.*


Los recuerdos comienzan a bailar en mi mente y emergen casi como las aguas de un río entre las piedras. Las palabras se expresan en mis papeles y escribo:


“Soñabas con un vientre dulce, aquellos días de Noviembre.
Al paso, tejías siete hebras de ilusión en cada vuelta.
Desesperabas por dar a luz y alumbrar vida.


Es tu identidad, de parto sufriente,
niña madre, dadora gigante”.


Si ahora pudiera comprender mi emoción de aquel instante, si pudiera extender mis manos y expresarte :


“Madre juro que ésta tarde te pido el abrazo.
Aquel que se perdió en la nostalgia de la pérdida.
Que el mandala azul nos ilumine a ambas, constelemos juntas".


Solo tengo que recorrer el ancho pasillo que separa nuestros cuartos


“ Llego decidida a darte los jazmines
Y a cruzar miradas”.


Casi me cuesta dar por cierto lo que me sucede, será que al lograr exteriorizar lo que siento se ha producido una liberación.
Como dicen “ todo es posible con la escritura, reparar el pasado, inventar el futuro, construir el presente”. **
Algo está claro y es que ahora que pude escribirlo, un empujón de latido vital me conecta con fuerza al presente, y un refuerzo de esperanza traviesa me surge. Tengo ganas de saltar por la ventana, tomar en mis manos las flores y no retrasar más el encuentro. Salgo hacia allí. Sólo resta que agregue el final a mi poema:


“Madre gracias por la vida”.


Cuento de Lili Calvo en base a su poema "Constelación de vida".


*Fernando Pezoa
** Revault


2011 Copyright © Liliana Calvo